QUÉ TIEMPOS AQUELLOS!
Cuando muchos de nosotros éramos sólo proyectos futuros de hombres y mujeres, ya la vida a nuestro alrededor era un manantial de sabiduría que quizás por nuestra inmadurez no supimos valorar.
Cuando te has criado en un barrio emblemático de la ciudad, la Puerta de Almodóvar y el barrio Judio, en pleno casco antiguo, rodeado de antiguas casas de vecinos, con personas acostumbradas a compartir todo en un pequeño espacio, quedas marcado para el resto de tu existencia.
Hoy, con treinta y tantos años, con familia propia, con vivienda unifamiliar y con algo más de experiencia en la vida, miro hacia atrás y he de reconocer que añoro esa infancia llena de olor a flores cuidadas por las viejecitas de mi barrio, esas abuelas (y también las no tan abuelas) sentadas en las puertas de sus casas conversando sobre lo propio y lo ajeno en horas entradas en la plácida y tranquila noche, los chiquillos revoltosos de casa en casa derrochando risas y jaleos, la música insistente de los grillos, el puestecillo de Andrés y Antonia en el que gastábamos nuestros tesoros en chucherías,….. Todo hoy está cambiado, despersonalizado, ausente. El barrio está desierto a partir de ciertas horas y tan sólo vemos pasar por él a los clientes que entran en uno u otro negocio, las antiguas tabernas, o sentimos el bullicio en días señalados de fiesta.
La frialdad en el trato, la particularidad y la individualidad se han instalado en nuestras vidas de manera tan absoluta que ya hasta nos cuesta dar los buenos días a quienes nos cruzamos por la calle o nos cuesta entablar una simple conversación de cortesía. Algunos amigos de antaño de la calle, aquellos niños que jaleaban de casa en casa hoy, salvo excepciones, suelen procurar pasar de lado haciendo ver un importante despiste para evitar saludar a sus compañeros de juegos de aquel entonces. Otros simplemente se han perdido en la ciudad, en otras zonas más pobladas, y de ellos perdimos definitivamente el rastro.
Tenemos que recordar cuando jugábamos con barro en ``la Muralla´´ o en ``el Sénica´´, cuando nos subíamos en los cipreses hasta llegar a las almenas, cuando bebíamos agua en la fuente con letrero de ``agua no potable´´ de las piscinillas, nos metíamos en las albercas y en las fuentes, o entrábamos en contra de las órdenes de nuestros mayores en las casas ruinosas… Hoy reconocemos que fueron locuras, a veces llenas de peligro, pero que nos daban vida y que hoy ya no es posible que se repitan, ni tan siquiera en la infancia de nuestros hijos. Recuerdo a aquellos chiquillos pidiendo por la calle para su cruz de mayo, una obra de arte nacida de la improvisación y de la inocencia.
Recordando aquellos días, que hoy considero tan particulares, quiero hacer un homenaje desde este escrito a aquellas personas mayores que nos enseñaron, nos educaron, nos cuidaron aun sin ser sus hijos sino tan sólo sus vecinillos, y, sobre todo, nos dieron la oportunidad de saborear otro tipo de vida que hoy ya no podemos encontrar. Era una vida llena, educada, tradicional.
Me llena de orgullo recordar que en el día de mi boda, la bella iglesia que nos acogía estaba llena de la gente de mi calle, de mi barrio, y todavia me parece ver la cara de muchos de mis vecinos, algunos ya desaparecidos, acompañándome en uno de los días más felices de mi vida. Gracias, gracias y gracias.
1 comentario
PACO LEON -
Gracias por invitarme a este paseo de mi niñez.